Ya comí, ya bebí, y ya me eché
una regia cagada después de todo. Uffff...realizado por hoy. Mañana será otro
día de mierda seguro. Me voy a dormir, pero antes, me tomo 5 minutos y me
preparo el licuado de mañana. Tomo licuados para mover el vientre, la voy de
naturista, viste. No tomo nada de comprimidos ni hostias que me agujereen el
estómago o me dañen el colon. Es muy efectivo mi método, deberías probarlo, lo
encontré en una revista del doctor Porelortti que ojee mientras esperaba mi
turno en el consultorio de mi coach y le agregué algunas cositas. Tomo medio
kilo de ciruelas pasa junto con 4 cucharadas de avena en gachas, las proceso en
la licuadora y a lo último les agrego mi GRAN SECRETO para un seguro y fluido
tránsito intestinal: un six pack de Activia frutos del bosque y el jugo de tres
naranjas. Es un método infalible. Un sano transito intestinal me mantiene la
cabeza despejada. Te invito a probarlo. Lo podés beber como yo antes de dormir,
y si te gusta o sos muy estreñido/a, tomarlo también en ayunas por las mañanas.
No te imaginás lo bien que se siente ir bien cagado por la vida. Vas a laburar
y no te jode, te recagan a pedos y te resbala, ponés las noticias de la noche y
toda la mierda que pasan te parece un cuento de niños. Hasta le doy bola a los
captadores de socios de Greenpeace y todo. Una maravilla como me ha cambiado la
vida. Gracias, dr. Porelortti.
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18 de febrero de 2013
25 de febrero de 2012
Ahí viene tu secreto, celado y mezquino.

Antes de seguir con las nuevas pasiones, te tomaste un tiempo para pensarte a ti mismo, lúdico e insufrible, chapoteando entre los restos de las batallas que libró tu corazón en la ciénaga estancada, cavando esa trinchera en la que te habías sumergido. Y lo dejó como una suela a tu corazón. Como un músculo muerto que el desencuentro de fes tanto te ha hecho enorgullecer en sufrir. Tu pliegue inflamable de dolor incontenible que sobrevino del paso lento cabizbajo del pasado, paralelo en el tiempo con esa emoción irreprochable del futuro. Y solo, entonces, contigo mismo, cuando al caer tu noche envolviéndolo todo en un denso terciopelo negro, viste con buenos ojos dejarte llevar por la silueta de un fuego sigiloso, subiendo, verdaderamente hipnótico por las paredes de la caverna, a la que tus grandes chamuscados restos de pasión imparable fueron a parar, hacia ese único lugar en el que sólo se sobrevive sin amor; la alegría te llegó. Y procuraste no se te escapara. No esta vez. Así fue como conseguiste meterla en una jaula. Alimentarla todos los días. Cuidarla de las inclemencias del tiempo y dejar estirar su languidez con los sonidos de las alboradas, como si de un canarito suburbano se tratara. Tal vez así, tu alma, gozosa esta vez, tan solo se dedicara a esperar el fin de los días. Mas nada por fin te faltaba. Todo ese júbilo, esa alegría. Todo ese amor y ese gozo, encerrado entre los barrotes de un celo moro.
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