6 de enero de 2014

Miedo y asco en el Eixample Esquerra


   Las noticias hace mucho que dejaron de ser buenas por aquí. Las estadísticas afirman que uno de cada cinco está en el paro. Los salarios reales van a la baja. El sistema fiscal es progresivamente regresivo y las prestaciones sociales muy restrictivas. La consecuencia de todo ello: cada vez más desigualdad y cada vez más pobreza, incluso, entre aquellos que cuentan con trabajo como yo. También es que uno de cada cinco puede estar afectado por una enfermedad psíquica como la paranoia o la esquizofrenia sin siquiera saberlo. Está comprobado que mucha gente esconde impulsos psicópatas que cree pasajeros pero que cada vez son notoriamente más constantes y violentos a causa de los contratiempos que le acarrean a la sociedad estos tiempos de crisis económica y negatividad que vivimos. Tengo 34 años y no creo que se me esté yendo la chaveta de ese modo, aunque muchas veces pienso en el futuro y es nada. Nada.

   Cierro el diario como matando a un bicho repugnante que me mosqueó la mañana del puto lunes. Asqueado lo arrojo todo por la ventana comunitaria. Asqueado regreso al baño y vomito algo del desayuno y nervios. Asqueado me tiro en el sofá y busco el control de la tele, el del TDT y el de la memoria externa. Aprieto el botón rojo del ON a cada uno. Asqueado cambio Mujeres, hombres y viceversa, una reposición de Callejeros Viajeros en la concha de tu madre y la gala de la noche anterior de Splash. Un asco de televisión de mierda. Descuelgo la chupa y me la pongo de un portazo bajando la escalera. Noto que la calle se mueve debajo de mis pies como una cinta de caminar muy rápida. Aprieto el play del Mp3 y siento como que voy en nivel 10 con pendiente a 45 grados. Me jadean los bronquios en el esfuerzo. Todo mi cuerpo se oxigena de un aire impuro de ciudad que huele a opio. Es la hora punta de la media mañana y solo se ven algunos viejos meando a los perros en las muchas persianas bajadas de los alrededores y marujas tirando de los caros de la compra, ruidosos camiones de reparto doblando en las esquinas, unos barrenderos fumando y manguis, muchos manguis. Hay unos cuantos coches aparcados en la zona verde de la Escuela Industrial juntando mugre, hojas secas y bolsas rotas del Mercadona. Hace mucho frío y el ambiente está que parece que van a llover meteoritos pero que no. Veo en los contenedores cercanos a los supermercados a gente metida a medio cuerpo buscando algo para comer o vender. En el quiosco de revistas hay más diarios deportivos que diarios independientes. En los bancos de la rambla de Avinguda Tarradellas algunos indigentes aguantan el frio con un vino de caja. Son cinco. Uno de ellos lee un libro tirado en el suelo un poco apartado del resto. Paro mi aturdida carrera atrapado por la curiosidad. Me acerco a un árbol cercano cubriéndome la cara a contraluz para verlo mejor. Está estirado a lo largo sobre una esterilla hecha con cartones de embalaje, el petate mugriento a su costado, tiene puesta una chaqueta muy pesada de color verde oliva y un pantalón de montaña lleno de arañazos. Me acerco un poco más y reconozco la cara poceada de Bukowski en la portada del libro. Entonces me siento en el espacio libre del largo banco y me le quedo mirando a escasos dos metros. Quise verle de costado por impulso de la duda, así noté que su gesto de profunda compenetración en la lectura me era familiar: lleva gafas redondas de monturas muy finas como yo, la barba muy crecida debajo de la nariz de caballo, encrespada, canosa y desprolija como la mía cuando me la dejo crecer. Un poco pelo grasoso se le escapa por debajo de la gorra de lana negra de I Love Barcelona. Respira relajado, no le presta atención a nada que no sea su lectura. Gira la cabeza de golpe y me ve, viéndolo descaradamente desde el extremo. Me sonríe con pocos dientes. Parezco feliz.

 

9 de diciembre de 2013

A 2000 años luz de casa. (#2 Dream)


 
 
 
  Sé que se está bien aquí. Estoy a 2000 años luz de casa. En una especie de castillo nepalí construido al borde de un acantilado futurista, sentado en el centro de un salón inmenso, abovedado y con mala acústica. Hay unos calvos vestidos con togas multicolores que se pasean sonrientes y comedidos preguntándome si estoy bien, todo el tiempo. Lo hacen con un ridículo acento francés:
  ¿Está usted bien, Monsieur Bertolo? cualquieg cosa que jequiera nos lo hace sabeg. Jecuerde que aquí estamos para ayudagle.

  Se me abalanzan ante cualquier movimiento que hago y les resulte inconveniente, sobre todo cuando me friego la nariz con insistencia; algún pelotudo dejó el aire puesto a los topes y no paro de moquear una aguilla molesta que les resulta prueba suficiente para acosarme con semejante despliegue de molesta diligencia.  Llevo un cinturón blanco atándome la túnica naranja de los sagrados maestros, estoy descalzo, veo un reflejo en el ventanal que me proyecta calvo, flaco como una parca, barba espesa y canosa, larga y cuadrada como la de los bustos griegos. Hay reproducciones de cuadros de Miró colgadas en las paredes de la sala, budas y luzbelitos sobre pedestales de distinta altura ante una gran reproducción de un cristo calvo, muchas velas encendidas en candelabros de seis brazos y como línea músical hay un grandes éxitos de los Doors puesto en shuffle como lo tengo pedido.
 
 
 

4 de diciembre de 2013

Entrevista a Alejandro Venux. Por Cristian Bertolo



    Entre los poetas siderales, aquellos que navegan sin brújula por las constelaciones y la metafísica del ruido blanco, podemos destacar a los majaras y a los impersonales, a los que buscan un espíritu de tacto o una vana liberación del intestino. Alejandro Venux, radicado en Sitges, poeta punk anti todo y confesado estreñido, nos sumerge en su personalísimo mundo y nos da algunos datos acerca de cómo lo concibe y por qué.

    ¿En qué te inspiras para escribir?

    Es sumamente relativo, según mis estados de ánimo es ke recurro a las influencias televisivas tanto como a las místikas. Siempre tuve ke luchar con la sensación de ke hay humanos ke son askerosos y con la repugnacia que me despiertan. Tuve ke trabajar mucho en mi para deshacerme de esta askerosa sensación y komprender todo desde otro punto de vista ke me afecte menos. El cerebro es un ente ke puede ser disociador, ke debe ser tenido bajo el mando del poseedor, de esta manera suele konvertirse en algo útil. Por eso es ke medito frente al televisor kon los programas de sobremesa puestos, sin volumen, edukando mi mente y mi espíritu, respiración, mente en blanco, con un tetrita del Mercadona al lado que me aporte soltura. Así escribí mi último poemario: Ya no odio más a nadie, que saldrá a la venta el mes ke viene. Ahora necesito kalma e introspección. Odio la hiperaktividad mental, solo crea mentes inkietas, odio la inkietud, esto si ke se puede odiar sin karma!!!

    Defínete como poeta punk anti materia, ¿de qué se trata tu filosofía?

    Soy fan de la nada, de no opinar y decir mis gustos acerka de nada, de no participar en ningún grupo de aktividad de nada, de no polemizar en nada, de no pensar en nada, de no interesarme en nada del futuro o del pasado, de no tener miedo a nada, de la nada en síntesis. Kuando veo que me voy haciendo fan de algo, me retiro y me prometo dejar ese vicio. Lo del punk ya paso, ahora en mi nueva versión me nutro de solfeggios para ekilibrar mis chacras. Meditar y meditar para luego llegar bien fresko y koncentrado a los realitys de la noche. ESTIMULANDO EL CHAKRA DEL KORAZÓN. Reduciendo mi imagen al pequeño rektángulo de un reproduktor de videos digital, kalvo, gafas oskuras, cejas depiladas. Sigo una dieta japonesa rika en magnesio y fosfatos a fin de poder realizar mejor los ejercicios de kanalizaciones (no komo más karne de animal ke haya tenido sentimientos). Es mi misión kontar mi experiencia, un día kunda se destapo en medio de una sesión meditativa (medito a tope desde hace kuatro meses). Reaktivas ADN. Ninguna función es igual después de esto: ya no veo igual, no eskucho igual, no tengo el mismo takto, estoy muy tranki y en paz, cero ansiedades, sólo trato de trasmitirlo a gentes ke pienso se puedan interesar. Solo a gente ke se kedó, ke no tiene ningún interés existencial. Hay muchos.

    ¿Y meditar ha influído en tus versos?

    Por supuesto. Si te fijas, mis anteriores poemarios eran oskuros y anti sociales, sin solución. Un día deskubrí kunda y todo cambió. EL UNIKO CAMINO KE ENCONTRE PARA SOPORTAR TODO ESTO ES LA MEDITACION, USTEDES HUMANOS SINCERAMENTE SON LO MENOS, UNA HISTORIA PARA TIRAR POR EL INODORO. Y te digo, por más pacifista ke me haya vuelto últimamente, tengo mi mandala afilado a mi lado, por si vienen....por si joden. Todos nos defendemos de todos, siempre fue así. La ignorancia siempre fue la peor enfermedad, la mayor pandemia, cuando los imbéciles se unen y son uno. Son pobre gente aferrada a la nada, ke se fue multiplicando y se irá multiplicando, llevando la bandera de la estupidez, lo mórbido y lo putrefacto. Mandalazo por la kabeza!!!

    También se te ve mucho por Facebook

    Sí, es un arma muy útil komo lavativa existencial. Me dediko a komentar mis ejercicios y puntos de vista kasi a diario. Por ejemplo, esta misma tarde publiké un poema nuevo que tuvo 5 likes, después de una sesión de solfeggios de 852 Hz con el Sálvame puesto. Sin lugar a dudas prefiero ese rato de Facebook a estar en kompañia de mucha gente. Aunke mi komentario te parezca de índole negativo, la intención no lo es, no todo es lo que parece.

 
    ¿Lo podemos publicar?

    Klaro.

Estoy kontento conmigo
 Sé que tengo buen korazón
Hace tiempo dejé el slogan
De que todo es una mierda

 Si uno está en esto
Kreo que por algo ha de ser
Me sobran razones para estar
En esta vida

 Bueno, ahora
Después de esta reflexión
Tan profunda
Me voy a ver Jersey Shore


    Que cambio ¿Y cómo lo has titulado, genio?

    Om #9.

 

 

 

7 de noviembre de 2013

Veinte años de Rock & Roll


 
 
 
   Por ese entonces ya había descubierto la FM Rock & Pop y empezaba a gustarme el heavy metal con cara de culo, el bien quilombero que no le gustaba a ningún padre oír saliendo por debajo de la puerta de la pieza de su problemático retoño en edad adolescente. Ya desde temprano por la mañana ponía la radio, escuchaba el final del programa de Lejtman y el de un gallego que se hacía llamar el Mariskal Romero, un personaje salido de la Movida madrileña, que se había destacado por conducir programas radiales de rock en los 80 y que hasta grabó unos cuantos discos de dudosa calidad y menos éxito de versiones en castellano de clásicos de los 50 y 60. Se lo vendía en la radio como que era una leyenda viviente en España, que fue uno de los héroes de la Movida madrileña, que era amigo de Keith Richards y de Chuck Berry y que el mismo baterista de Toto antes de morir le había regalado un platillo que siempre golpeaba al aire diciendo: “Es que tengo una polla que no me merezco…!!!” ¡Crash!, y mandaba los temas y se cagaba en todo. Tenía muchos oyentes el gallego, yo lo escuchaba siempre. Arrancaba el programa a las nueve de la mañana con temas del viejo Ac/Dc o de los Stones, su banda favorita, y no paraba de tirar bombazos hasta el final, cuatro horas después y con heavy metal a toda máquina, justo antes de que sonara el timbre de acceso a las aulas y me quitase los auriculares de vincha de mi Walkman Sony hecho en Paraguay para tomar asiento en el pupitre del fondo a la derecha, solo, y recibir mi dosis diaria de adoctrinamiento inservible.
  Un día el gallego loco empezó uno de sus programas hablando de Led Zeppelin con mucho entusiasmo, que no eran humanos, que eran los dioses del rock, de que no hubiesen existido muchas de las bandas que yo escuchaba por ese entonces si no hubiese sido por ellos y bla, bla, bla. Me intrigó muchísimo saber más de esa banda, así que subí el volumen de mi doble cassettera para prestarle más atención a cada cosa que decía el gallego pirao sobre ellos o su historia, y después de eso le dio al Crash y puso el primer tema. Aluciné. Quise conseguir algo de ellos inmediatamente, pero no tenía plata, tenía que pedirle a mi vieja y no se animaba. “¿Rock? No pierdas más el tiempo con esa mierda. Vas a terminar trabajando para los chinos si no me levantás esas notas y el rock no te va a venir a dar de comer”, solía reprocharme. Estaba desesperado, así que fuí directo a su bolso y a su billetera como otras veces, para ahorrarme los sermoneos, la abrí y ví unos cuantos Ticket Canasta y vueltos en monedas, nada de guita esta vez. Entonces recordé la multiprocesadora que le regaló mi viejo para el quince aniversario de casados y nunca usaba por no entenderla, y la tenía semi nueva tapada con un montón de mierdas en un compartimento del mueble del living. Nunca la usaba, ni se daría cuenta. Así que me la llevé cubierta con un toallón hasta lo del Negro Humo, el electricista del barrio, le pedí veinte pesos que me pagó con gusto, el dinero justo para comprarme el cassette, quizás dos en el centro de Merlo si iba a la disquería de Av.Libertador que estaba frente a la confitería Los Alpes. Conocía al gordo que atendía, su dueño, de aparecerme todos los días a la salida del colegio para ver las novedades que sonaban en la radio y preguntarle algunas cosas sobre los discos. Quedó sorprendidísimo cuando le pregunté por si tenía algo de Led Zeppelin, agarró su manojo de llaves y lo seguí hasta la vitrina, abrió, sacó el cassette que me dijo lo tenía en venta desde que abrió el local, desde hacía siete u ocho años, y nunca lo pudo vender. Le pregunté que le parecía, si estaba bueno como para comprarlo. Me dijo que sí, que había muchos clásicos en Led Zeppelin IV: Perro Negro (uno de los que me partió el coco esa misma mañana), Escalera al cielo (otro) y uno que me dijo era el mejor tema de todos los del disco: Rock & Roll. Por supuesto que yo le pregunté por qué, el gallego no lo había puesto esa mañana. Me respondió que solo oyéndolo me convencería. Volvió al mostrador y sacó la mierda de Daniela Mercury que tenía puesta, adelantó el lado A bastante rato hasta que dio con el silencio que preludió a esa introducción de batería atronadora que se escuchó en el centro de Merlo aquel día de Perón de 1993 y paró todos los relojes en este recuerdo.
 
 
 

22 de octubre de 2013

Bob Esponja in the sky with diammonds.


 
 

 
 

  No creo en las casualidades. Estoy convencido de que por un motivo u otro es que una cosa deriva a otra y así siempre. (A) deriva en (B) y no puede ser de otra manera porque debe ser así. Llamémoslas causalidades, mejor. En eso sí que creo, en las causalidades. Aún desconociendo los motivos, algunas de estas causalidades derivan en las consecuencias que menos esperaríamos. Y eso las vuelve personalísimas y destacables. En mi afán de buscar causas y consecuencias es que por costumbre me siento en el banco más alejado bajo las sombras húmedas de Plaza Catalunya, gafas Polaroid negras, mp3 puesto al 20, me cruzo en un nudo de piernas y observo. Una, dos horas. Tomo notas. Tengo muy bien observados a los personajes de la plaza, pero mis favoritos son los turistas. A veces los dibujo con alguna de las fuentes de fondo o les insulto con letra grande imprenta ARIAL usando el boli rojo. Me crean una controversia, debo admitir, porque mi modo de ganarme la vida depende de la buena afluencia de turistas en Barcelona, pero por otro lado, me fastidia el solo hecho de que existan y todo ese circo decadente que tienen montado para ellos. En todo caso, no dejan de ser pintorescos sus modos de desenvolverse en un entorno desconocido y lleno de tantas tentaciones ideadas en exclusiva y solo para que ellos gasten todo su dinero. Alguna vez arrebatado por un impulso heroico de indignación quise avisar del engaño, hacer justicia por mano propia y aparecerme con una pancarta advirtiéndoles de que no le crean a nada de lo que les quieran vender o regalar con cupones de descuento, pero en ese caso me quedaría sin trabajo, ¿y de qué viviría entonces?, ¿de escribir sobre causas y consecuencias?

  De los personajes estables de la plaza, el que cobró cierta notoriedad es el nudista de la calle Ferrán últimamente. Aunque el nudismo está prohibido desde hace un tiempo por el casco antiguo, él se aparece a pelota suelta de todas formas y las alemanas viejas se vuelven locas. Cuando se aparece por la plaza acapara todas las miradas y enseguida vienen los de la guardia urbana o la policía turística para detenerle y redactarle una multa por exhibicionismo. A él se la pela porque todo el mundo le festeja, le sacan fotos y hasta, se dice, le pagan las multas ipso facto; posa para las fotos con tanto brazo y esquiva la ley con la complicidad de los turistas. Cuando se lo ve correr porque los agentes le siguen, el miembro le cachetea hasta el pecho batiendo sonoras palmas que llaman la atención, se esconde en algún lado y al rato aparece de nuevo. Y vuelta al desfile hasta que tarde o temprano lo aprehenden.

  ¿Y a qué viene todo esto?

  A que la semana pasada, como es mi costumbre, me puse a observar y me detuve en un niño castaño que iba tomado de la mano de una mujer castaña y encorvada que sería su madre (un niño de aprox. tres años), en la otra mano llevaba un globo hinchado con helio de Bob Esponja, de esos que venden en la plaza por cinco euros. El nudista de la calle Ferrán venía escapando una vez más de los esbirros a chota suelta desde la esquina de Portal del Ángel, la madre ante la aparición de frente le dió un tirón del brazo al niño y este asustado soltó el globo, que gracias a las leyes de la física se fue disparado hacia arriba, bien arriba hasta que desapareció en el napalm del cielo infinito ante la estupefacta visión del pobre niño, que al instante quebró en desconsoladas lágrimas. Al nudista de la calle Ferrán lo detuvieron una vez más rodeado de turistas, pero aquel niño castaño no dejaba de llorar y la madre no sabía cómo consolarle, varios se detuvieron para aconsejarla, el purrete lloraba a los gritos. La madre lo cogió en brazos y al fin pudo contenerlo, se acercó al puesto ambulante y una gitana de culo gordo le vendió un paquete de chuches mal embolsados, que al cabo de unas horas le provocaron tal descompostura al pobre chavalín en el autobús de vuelta a casa que se cagó encima con un olor nauseabundo. Gran sorpresa fue la de la madre cuando, de vuelta en casa, le cambió el pañal y la ropa sucia de mierda a su hijo y encontró entre las heces unas pequeñas piedras brillantes que al otro día se enteró que eran diamantes, según un tasador conocido del barrio de Sant Andreu; valiosos, muy valiosos. Siete magníficos diamantes por los cuales obtuvo una gran suma de dinero al venderlos en una joyería de Paseo de Gracia y que empleó para pagar la enorme deuda hipotecaria que había contraído con el banco que la iba a desahuciar, según el artículo de Sucesos de este periódico del domingo que leo en pelotas en la (nada turística) playa naturista del Prat, quemándome el sol de frente y escuchando como arranca el psicodélico track número tres y esperando encontrar el boli azul y el anotador cuando estire la mano al bolsillo de la mochila.

 

8 de julio de 2013

un insecto en la ensalada


 
 
carajo. ¿pero que es ese ruido? es medianoche, todo está en silencio como a estas hora menos el teclado. suena como a música en algún lugar. música fuerte, música ruidosa, como puesta al 20 de volumen. pero como metida entre trapos, como suena las veces que me olvido el mp3 encendido y me doy cuenta y voy a la mochila para apagarlo porque no quiero que se me gasten las pilas. pero no es el mío. ¿otra vez la paranoia? vuelvo ligero al cuartito de las neuras y me siento frente a la pantalla y aún persiste. afino el oído. ¿de donde mierda viene?. viene de la esquina. me agacho y el puñal que tengo clavado en las lumbares se me hunde más en la carne. el trípode, la mochila de la cámara, la guitarra española que compré en el lidl hace 5 años, la esquina mas oscura del piso, el empapelado levantado, el bolso de deporte de mi chica. el ruido persiste, pero aclarándose. viene del bolso. abro el cierre de un tirón. las zapatillas blancas de correr, su ropa de correr, su música de correr. ¿HOLY WARS?
 
 



7 de junio de 2013

Sobre los que van al infierno

 
   No creo sea el mismo infierno al que puedan ir las almas en pena de ciertos personajes tan nefastos para la historia de la humanidad como las de otros no tanto. Sería inmerecido juntarlos en la misma bolsa. Me cuesta creer que podrían compartir caldera hijos de puta de la talla de Pinochet o Videla con otros genuinos merecedores de un descanso eterno en el infierno como Ronnie James Dio o Bukowski, que sabían de antemano irían derechito a él, pero como miembros selectos y privilegiados de una auténtica casta de anti cristos por derecho propio, mimada y muy tenida en cuenta por el maligno cuando caminaron entre nosotros los vivos, destacándolos por sobre la merienda con el increíble don de la comunicación del mensaje de vivir libres en el malogrado Edén terrenal. No me lo imagino a Hitler o a Mussolini o a Reagan o a Pol Pot o a Franco paleando azufre bajo el látigo del Ángel Caído con Poe, Lovecraft o Cobain y cientos de comunistas y psicólogos al lado, lamentándose por la eternidad y encorvados sobres sus picos y palas excavando el centro rojo de la tierra para avivar el fuego interminable del castigo. Es muy injusto de ser así, deberían existir dos infiernos. Como dos cielos. Uno encantador y otro más jodido, más cercano a Dios y las semejanzas.
 
 

5 de junio de 2013

Jane y Yo

 
 

   Antes de metérsela paré y la tomé por un hombro buscando sus ojos, para que me oyera con mucha atención lo que quería que entendiese.
   -Si seguimos más adelante podría ser peligroso- le avisé.
  Ella asintió mordiéndose los labios
   -Date cuenta que no será más lo mismo entre vos y yo si lo hacemos- dije- Ya dejaremos de ser los mismos automáticamente.
   Le sostuve el brazo desnudo y blanco por la muñeca, ella se endureció y no quitaba la vista de mi boca. No quería que a ella le pasase lo mismo que a las otras, quería avisarle para que no hubiesen malos entendidos y cargos de culpa que nos dañasen más adelante. Yo a Jane la quería mucho. Éramos muy buenos amigos. Sería una lástima.
   -Cuando despertemos mañana seremos distintos, me vas a ver de otra manera, quiero que me asegures que lo vas a hacer porque querés hacerlo y no porque te lo pedí yo.
   Con media sonrisa me dijo que siguiera, que no parase ahora, que no le importaba porque lo iba a hacer conmigo y sería solo esa vez y nada más. A mí tampoco me importaba en el fondo. Jane al fin y al cabo iba a ser una más. Se la metí hasta la mitad y apreté, los ojos se le fueron para atrás con la cabeza al instante, una gotita de sangre liberó la vena del brazo cuando le saqué la aguja. Ella ya estaba  nadando en aguas marrones cuando encendí el mechero para calentar la cuchara, cargar la jeringa y hacerme el torniquete.
 
 
 

29 de mayo de 2013

29 de Mayo de 2013


 
 
   Que apasionante y complicada se vuelve la vida en ciertos momentos. Si me pongo a pensar en los recuerdos más pasionales que conservo en mi memoria, se me vienen los momentos en que los factores adversos que me rodeaban significaban absolutamente nada en comparación con la fuerza que me propulsaba a lograr la meta que me había impuesto alcanzar por sobre ellos. Sabía que debía pasar por una serie de pruebas de fuego, que no iba a ser fácil siendo yo tan joven e inexperto, pero estaba dispuesto a enfrentarme a lo que fuera con tal de lograrlo; pasase lo que pasase, no lograrían doblegarme nunca porque mi armadura era de hierro. Pero no pasó nada.
 
 

30 de abril de 2013

Recojo cartón


 
   Al tipo le quitaron la vida, lo inutilizaron como persona. Le insultaron, le pegaron, le hicieron la vida imposible desde el comienzo de sus días. Séptimo y último hijo varón de una familia de lobizones, problemática y mantenida por un borracho que maltrataba a sus niños y a su mujer. Tuvo una infancia marcada por la violencia y la desesperación de las calles de tierra del extrarradio. Transcurrió su adolescencia viviendo al costado del camino correcto, como era de esperar, siendo un chico muy conflictivo y soñador, lo cual le condujo a vivir una juventud de vaivenes que al final no lograron esperanzarlo mucho para conseguir lo que quería lograr en la vida que se propuso vivir. Nada le entusiasmaba. Vivió en una película de Disney algún tiempo. Se dejó llevar por las corrientes de las corazonadas y el miedo a la derrota mucho tiempo hasta que se dio cuanta de que, ya al cumplir 25, estaba tan corrompido por lo que le rodeaba que así decidió sentar cabeza de una buena vez, casándose y formando una familia. Lo cual hizo, fue su personal método para auto convencerse de que la vida tiene algún sentido al fin y al cabo. ¿Qué es más imprescindible que la familia? Y él quiso ser un buen padre, no como el suyo. Debía darse cuenta de que la suerte ya no es un método de supervivencia, que debía comprometerse alguna vez en su vida, compartirla. Necesitaba demostrarse a si mismo que podía con todo aquello, el tener una casa, hijos, una parcela en el cementerio, el combo completo. Lo intentó. Lo intentó y le iba saliendo bien. Su vida era normal, como la de cualquier hijo de vecino que trabaja un turno de ocho horas y sigue las carreras de motos los domingos por la mañana. Pero no. Le mutilaron esa dulce esperanza de mínimamente ser feliz alguna vez en la vida cuando se quedó sin trabajo y sin casa donde pueda vivir y morir con los suyos. Quebró la fábrica. Su mujer se fue con la hija de ambos a ocupar su habitación de soltera en lo de sus padres mientras el anda vagando por las calles pidiendo las sobras, que son muchas a veces, para prepararse algún caldito que le caliente los huesos en las noches frías de indiferencia y solitaria ebriedad de la gran ciudad. No consigue trabajo. El subsidio que recibe del estado no le alcanza para nada, se lo entrega por completo a su mujer que lo liquida en pocos días, casi exclusivamente en el cuidado de la niña. Está solo, hace muchos meses que no tiene noticias de su pequeña. Su mujer le odia. Recoge cartón en la calle por no rebajarse a pedir limosna. Tiene 33 años y se llama Cristian Bertolo.