8 de marzo de 2012

Reflexión sobre dos cabreados



Mis vecinos del piso de abajo fueron padres por primera vez. Genial. Me encanta pensar que la llama de la ilusión todavía da pelea por apagarse. Son una pareja muy copada, muy enrollada y de nuestra edad, digo, de la edad de mi mujer y yo. Con nuestras mismas aficiones... treintañeros. El otro día me lo crucé al novel padre en el ascensor. Lo felicité con un apretón de manos y mis mejores deseos. Sonrió. Se arreglaba el pelo y fregaba la barba de dos días. Reía muy fuerte. “Gracias, gracias, tío.... lo que sí, no sabía que daban tanta guerra por la madrugada...” Lo noté por sus ojeras. Dá la casualidad que el momento álgido del despertar del vecinillo se produce a la misma hora en la que suelo despertar a conciencia todas las mañanas. A puro berreo. Con una jeta que te cagas. No me incomoda, como ya lo he dicho, suelo levantarme a esas horas y no afecta mi descanso. “Ya me deshice del despertador, tu niño es más puntual que un grupo de jubiladas para el chocolate con churros”, bromeé con él. “Jajajaja... sisisi... debe ser algún gen suizo perdido de la familia, nen....juajuajua...”
Pensé en las casualidades, en las similitudes que yo, un pelotudo de 33 años y un recién nacido podemos compartir. Pensé y comparé nuestros estados de ánimo a esa misma hora común de nuestro despertar, nuestro comienzo formal del día, ese pistoletazo de largada cotidiano que te avecina al mundo ahí afuera. En mi caso, fuera de las sábanas y siempre renegando a despegarme la almohada para encarar la carnicería en el patio, dándole una oportunidad más al estado de bienestar, con un ojo abierto y un pié buscando la esquinita fresca de la cama entre pensamientos alocados que corren como un chorro de agua, en ese estado semiconsciente donde el grifo solo escupe estados perfectos de ensoñación y tal vez el mundo gira en comunión por fin con las cosas. Y en el suyo, fuera del útero materno, donde se estaba tan de puta madre hasta que un hijo de puta le dedicó una nalgada y le dió a nacer, cortó el cordón y... Ale, chaval, bienvenido.... VIVE...!!!, y trata de existir... Lo envolvieron en un trapo para que no apeste cuando se cague encima y lo hicieron socio del Espanyol. Socio nº 100.000, habitante registrado nº 7 mil millones y pico, cuenta de Twitter y bla bla bla... Entonces llegué a esta rotunda conclusión que nos une mucho, nuestro gran común denominador, entre un hombre de 33 años y un recién nacido, entre un individuo ya educado y formado, a un pié de la madurez, a un paso de la mediana edad, y este nuevo ser con todas las experiencias nuevas por asimilar y aprender, con esa divina lagaña que los inocentes se resisten a entregar y que la sociedad, si no es a bofetadas, es a través de mensajes subliminales, se empeña en inculcarles la gran doctrina para ser un adaptado en toda regla, orgullo de la comunidad moderna, visión despejada del futuro incierto: los dos tenemos hambre y estamos muy cabreados por la mañana. Y las causas son las mismas.

Publicado por Creatura Fanzine (febrero 2012)

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