8 de junio de 2012

Engendros de Satán. (parte 1)

                             

 

    Éramos cuatro los que nos juntábamos a la salida de la escuelita cristiana que se daba todos los sábados a la hora de la siesta en el salón principal para actos, que a la vez servía como oficina de los delegados administrativos del municipio en el barrio los lunes, miércoles y viernes, como así también de espacio funcional para las asambleas  que oficiaban los punteros del barrio y de salón de actos y reuniones de la unidad básica “Perón o muerte, carajo” todos los sábados por la noche o los 17 de octubre sin falta, y también como sede barrial  de los Alcohólicos Anónimos los martes y jueves de 7 a 9 de la noche y de cogedero todas las madrugadas de época estival. Ahí nos conocimos, ahí nos unió el caprichoso destino desde aquellos tiernos momentos a transitar un largo camino juntos en adelante. Nos conocimos  en la sociedad de fomento "Unión y Progreso" del barrio Villa Esperanza, nuestro barrio.
   Siempre nos juntábamos al finalizar la escuelita cristiana, a eso de las seis de la tarde; nos juntábamos con nuestros cuadernos anaranjados de tapa blanda debajo de los brazos pasándonos algún cigarrillo de esos infumables que se solían vender por unidad mientras íbamos charlando y caminando a paso firme hasta el quiosco de Calamaro, que estaba a unas tres cuadras de ahí. Muy tirados en el frente del quiosco nos pasábamos el resto de las tardes tomando una Coca-Cola de litro que lográbamos comprar juntando varios vueltos de los mandados que les hacíamos a nuestras madres, y nos rascábamos las bolas hasta caída la noche.
    Éramos cuatro, como te decía: el gordo Marcelo, Saralegui, Patito y yo. Nos unían muchas cosas, pienso, pero lo que nos unía muy principalmente era que nuestros padres fueran cristianos evangelistas practicantes y nuestro total y completo desacuerdo en la putada que nos estaban propinando al obligarnos a asistir a esas penosas escuelas de religión típicas del conurbano bonaerense, por ser nosotros cuatro los más jóvenes de las familias, y por ende los más influenciables. Ese siempre fue nuestro argumento común para unirnos, nuestro común denominador aparte de nuestro fanatismo por Los Tres Chiflados y las Andanzas de Patoruzú; poder hablar de las boludeces que realmente nos interesaban empleando todas las malas palabras sin miramientos y echarle un ojo al culo de la hija de la quiosquera de paso, que estaba rebuena y ni en pinturas nos daba bola. Teníamos doce años cuando nos conocimos, y al culminar nuestro curso de la escuela primaria nos comprometimos en acudir a matricularnos a la misma escuela secundaria juntos: la benemérita escuela industrial E.E.T. nº45 Comisionado Fierro de Merlo.


     En el segundo año del industrial fue que tuvimos que entregar un trabajo práctico de equipo y nos juntamos en lo de Saralegui para terminarlo. Lo acabamos muy rápido, era perfecto, nos iban a dar una buena nota por aquel trabajo práctico. Al sobrarnos el tiempo y estar la casa sola para nosotros, nos decidimos a probar nuestro primer cigarrillo de marihuana. Patito dijo que lo había confiscado de una caja de zapatos en donde su hermana mayor, aparte de guardar todas las postales y todas las tarjetas musicales chinas de feliz cumpleaños que existan en la faz de la tierra, ocultaba la marihuana. Patito la sacó del bolsillo de la campera de jean ya armada como un largo brazo de gitano, y casi sin darnos cuenta nos lo estábamos pasando encendido de mano en mano y largando su tan conocido humo dulzón a mezclarse con el aire encerrado del comedor de los Saralegui desde nuestras bocas y narices. Tosimos mucho los cuatro a las primeras caladas, pero después de eso todo fue fluyendo muy satisfactoriamente. Entonces comenzamos a reír muy alocados y a corretear por todos lados haciéndonos jugarretas. El gordo Marcelo se quedó sentado frente al televisor y no paraba de cambiar los canales, quedándose con la mirada atolondrada y fija en el aparato mientras un hilo de baba le iba resbalando de la comisura de los labios gruesos. Saralegui y yo nos fuimos rumbo a la habitación de su hermano, cuatro años mayor que él. Patito nos siguió. La pieza estaba toda cubierta de posters y recortes de revistas por todos lados, pegados con cinta Scotch o con Boligoma en las paredes y en el techo. Salvo el piso de rústica cerámica, ningún vestigio del cemento que se escondía tras el empapelado se dejaba ver bajo la luz amarillenta de la lamparita de 40 que colgaba del centro del techo. Estupefactos ante nuestra vista nos sentamos los tres en la cama y empezamos a hurgar directamente en sus cosas sin ningún escrúpulo. Revolvimos en sus revistas Pelo y Generación X, en sus cassettes todos pintarrajeados de birome con prohibido esvásticas en millones de colores y formas que en fila reposaban muy ordenados sobre un pequeño estante encima del equipo de música doble cassettera, que acompañaba la cabecera derecha del catre donde también se apoyaba una guitarra imitación strato color crema marca F.A.I.M, a la que Patito le sacó unas notas que había aprendido en el Ministerio de Alabanzas de la Iglesia. Encendimos el equipo de música y Saralegui  apretó el  play de la cassettera izquierda para ver que era lo que estaba escuchando su hermano. Al comenzar la reproducción oímos los últimos acordes de Rudy can´t fail terminando, el silencio, y después seguido las primeras notas de Spanish Bombs. Nos quedamos mudos patitiesos los tres. La música nos envolvió, sonaba tan bien que ejerció un poder casi hipnotizante sobre nosotros. Nos dominó en absoluto. Al terminar el tema, Saralegui se acercó de nuevo al aparato y apretó pause. Se dio media vuelta y desde arriba nos miró a Patito y a mí; le brillaban los ojos marrones. Los tres nos miramos descreídos; nos brillaban los ojos marrones. Saralegui rebobinó la cinta hasta el comienzo y de nuevo apretó el play. London Calling.  Al otro día en la escuela me aparecí con una cinta que le robé a mi madre rogándole a Saralegui que me copiase el cassette entero de los Clash sobre este que conseguí de predicaciones del pastor Guiraldes. Patito hizo lo mismo con una cinta de Juan Ramón. Al gordo Marcelo lo tuvimos que obligar a hacerlo, se lo perdió todo, pero nosotros tres nos íbamos a ocupar en influenciarlo, por suerte al final cedió.

    Pasaron las horas, los días, y un par de años más juntos y unidos que nunca, para que al fin nos decidiésemos en armar una banda punk los cuatro. El gordo Marcelo en bajo, Patito a la guitarra, Saralegui a la batería y yo de cantante, en principio. Los cuatro amigos más  juntos y hermanados que nunca en plena lucha por nuestro legítimo derecho de no querer que nos obliguen ir a la Iglesia todos los viernes y los domingos a ser parte de toda esa pantomima de la felicidad y el amor a Dios. Atacábamos al cielo con nuestro propio fuego de esta manera. Odiábamos las cadenas de oración y esas putas panderetas, las manos extendidas al cielo reclamando Piedad y todo ese lloriqueo en supuestas lenguas extinguidas. Lo odiábamos con todas nuestras fuerzas. Así fue que comenzamos a ensayar a escondidas de nuestros padres al principio, para que no se enterasen. Logramos improvisar una salita de ensayos en la casa deshabitada de la tía del gordo, que vivía en capital. No nos salía nada bien. Siempre íbamos a destiempo o se nos rompían las cuerdas y los palillos en casi todos los ensayos. Éramos un completo desastre; éramos PUNK. Intentamos tocar las canciones de los Ramones o de los Toy Dolls miles de veces hasta que al fin nos salieron medianamente bien. Después de varios meses de ensayos ya teníamos un muy respetable repertorio de ocho temas: tres de los Ramones, tres de los Toy Dolls, uno de los Violadores y un último del nuevo cassette de Flema: Hombre Vicioso.
    Al terminar un ensayo, el del lunes, creo no mal recordar, Saralegui dió el último sorbo al resto tibio del fondo de un tetra de vino blanco Uvita mezclado con jugo de naranja Tang y dijo: “Ya es hora de ponernos un nombre, estuve pensando anoche en Los Escupesangre, suena bien, ¿no?”. El gordo apoyó el bajo en la pared y me dirigió una mirada aparentemente extrañado de como yo estaba enrollando el cable del micrófono, como intentando pensar. “Está bueno, pero me parece medio blandito... que tal Los Nietos de Puta”, respondió. A todo esto Patito ya había acabado de guardar su guitarra eléctrica, y sentado sobre el amplificador barato con los codos apoyados sobre sus huesudas rodillas, mientras daba las primeras caladas a un cigarrillo 43/70, nos lo dijo de una vez y como completamente compenetrado en la descodificación de un mensaje en clave que trataba de destramar, como acabado recién de recibir por medio de una anunciación divina y única la cual debía ser comunicada al resto de la humanidad para su útil supervivencia ante el inminente cataclismo de los tiempos, una iluminación que solo él supo recibir e interpretar: “Ya lo tengo: LA CONCHA DE TU MADRE”. Y se nos hizo la luz. Sonreímos todos en señal de aprobación. Teníamos nombre.

 

 

 

 

 

 

 

 

4 de junio de 2012





  Una reconocidísima sexóloga recibe una última llamada telefónica durante el último espacio reservado a las consultas sexuales de sus muchos oyentes de su muy popular espacio radial de medianoche:

  -Mi nombre es MARIANO R..., llamo del barrio de La Moncloa de Madrid. Soy fiel seguidor suyo, doctora, de todas las noches. Hace 3 días tuve sexo con mi novia, o eso creo, y me dijo que es virgen. Quería saber si al ser virgen se sangra la primera vez o no. No hubo penetración con con el pirulín, solo con los dedos, ¿puede ella sangrar así también?
  -MARIANO, lo primero es que no siempre se sangra. Si ella te ha dicho que es la primera vez que lo hace, deberías de creerle y tratarla como a una novata, es decir, con cariño y comprensión.
  -Pero doctora..., ÁNGELA... me dijo que era virgen... En el chat me aseguró que era virgen. Si hasta me pagué un viaje hasta alemania para poder estar con ella, me costó un pastón el pasaje...
  -A ver, imbécil, esta preocupación por el sangrado y la virginidad me parece de cuento de hadas de la Edad Media. Si ella es deportista o es mayor de 25...
  - Si doc, es mayor de 25...largos... y una robusta deportista.
  -Más a mi favor... Escucha... en ese caso lo más seguro es que del himen (que es una telilla que protege la vulvita de las niñas hasta que lubrican y que después se reabsorbe y prácticamente desaparece) solo quede un picajoso recuerdo.
   -Pero es que... mi ÁNGELA... yo pensaba...
   -Escuchá, salame...¿por qué tanta insistencia en lo de ser virgen, que es como decir novata o sin experiencia? ¿No será realmente que tienes miedo de que una mujer pueda criticar tu actuación?
   -Pero... NOOOOO....-

1 de junio de 2012




Crea un hombre y serás una leyenda muerta a escobazos, como Miguel Angel.


Escriba la frase SOY UN GILIPOSHAS mil veces con una birome azul sobre un papel apoyado en la pared, y por medio de un conjuro de ecuaciones que podrán ser las resultantes de las enumeradas en combinación con las teclas de los teléfono portátiles de esta última generación mutante a modo de vuelo escapista, se podrá encontrar con las tantas miles de agradables escondidas combinaciones resultantes de un click de ratón, recibirlas a modo de anunciación sideral cuasi divina en onda corta a contra-recargo, si se las desea, del colosal y único e irremediable vaivén como es este del que va todo eso de la verdá de la milanesa, literalmente manifestada y materializada en la pequeña pantalla de ese juego de sueños profundos, tal como el día a día se le presente, como frente a su remilgada y tan angustiada nariz cartilagosa de único y exclusivo mamífero bípedo. Basta de sufrir la inexistencia y el extraño devenir de sus propósitos individuales truncados, amigo, amiga. Le aseguramos desde aquí que tras el cuidadoso descifrado de esta preciosísima clave, utilizando nuestro afamado código morsa internacional (Odobenus rosmarus menem) que podrá bajarse desde nuestra pagina web oficial, el único concienzudamente testeado por los únicos reguladores oficiales a cargo del desastre, que en este trivial caso es el único que podrá emplearse para el meta-tísico y correcto descifrado del mensaje codificado; así, y solo de este modo, se le podrá resolver súbitamente y casi sin darse cuenta de ello su eterna incógnita personal acerca del sentido de la vida y la razón de su malograda existencia de la manera más fácil y cómoda. Más digerible o potable, o más agresiva y esclarecedora, según lo requiera el cliente en cada caso en particular. Afirmamos que  será usted por fin feliz cuando resuelva su magnífica incógnita gracias a nuestra ayuda, se lo aseguramos, descansará muy en paz y se volverá volátil como la ceniza que se escupe de las fábricas, denso como el petróleo gran reserva cabernet y caducado como un postre Sandy con una calco de Mister Chile del otro lado de la tapita. Por fin más nada le importará y dejará que todo fluya naturalmente a su alrededor sin mas remordimientos ni congojas. hey ho enterprises, siempre al alcance de su mano, y de su oreja y voluntades. Su felicidad es nuestro máximo objetivo.