No creo sea el mismo infierno al que
puedan ir las almas en pena de ciertos personajes tan nefastos para la historia
de la humanidad como las de otros no tanto. Sería inmerecido juntarlos en la
misma bolsa. Me cuesta creer que podrían compartir caldera hijos de puta de la
talla de Pinochet o Videla con otros genuinos merecedores de un descanso eterno
en el infierno como Ronnie James Dio o Bukowski, que sabían de antemano irían
derechito a él, pero como miembros selectos y privilegiados de una auténtica
casta de anti cristos por derecho propio, mimada y muy tenida en cuenta por el
maligno cuando caminaron entre nosotros los vivos, destacándolos por sobre la
merienda con el increíble don de la comunicación del mensaje de vivir libres en
el malogrado Edén terrenal. No me lo imagino a Hitler o a Mussolini o a Reagan
o a Pol Pot o a Franco paleando azufre bajo el látigo del Ángel Caído con Poe,
Lovecraft o Cobain y cientos de comunistas y psicólogos al lado, lamentándose
por la eternidad y encorvados sobres sus picos y palas excavando el centro rojo
de la tierra para avivar el fuego interminable del castigo. Es muy injusto de
ser así, deberían existir dos infiernos. Como dos cielos. Uno encantador y otro
más jodido, más cercano a Dios y las semejanzas.
7 de junio de 2013
5 de junio de 2013
Jane y Yo
Antes de metérsela paré y la tomé por un
hombro buscando sus ojos, para que me oyera con mucha atención lo que quería que
entendiese.
-Si
seguimos más adelante podría ser peligroso- le avisé.
Ella
asintió mordiéndose los labios
-Date
cuenta que no será más lo mismo entre vos y yo si lo hacemos- dije- Ya
dejaremos de ser los mismos automáticamente.
Le
sostuve el brazo desnudo y blanco por la muñeca, ella se endureció y no quitaba
la vista de mi boca. No quería que a ella le pasase lo mismo que a las otras,
quería avisarle para que no hubiesen malos entendidos y cargos de culpa que nos
dañasen más adelante. Yo a Jane la quería mucho. Éramos muy buenos amigos. Sería
una lástima.
-Cuando
despertemos mañana seremos distintos, me vas a ver de otra manera, quiero que
me asegures que lo vas a hacer porque querés hacerlo y no porque te lo pedí yo.
Con media sonrisa me dijo que siguiera, que no
parase ahora, que no le importaba porque lo iba a hacer conmigo y sería solo
esa vez y nada más. A mí tampoco me importaba en el fondo. Jane al fin y al
cabo iba a ser una más. Se la metí hasta la mitad y apreté, los ojos se le
fueron para atrás con la cabeza al instante, una gotita de sangre liberó la
vena del brazo cuando le saqué la aguja. Ella ya estaba nadando en aguas marrones cuando encendí el
mechero para calentar la cuchara, cargar la jeringa y hacerme el torniquete.
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