7 de junio de 2013

Sobre los que van al infierno

 
   No creo sea el mismo infierno al que puedan ir las almas en pena de ciertos personajes tan nefastos para la historia de la humanidad como las de otros no tanto. Sería inmerecido juntarlos en la misma bolsa. Me cuesta creer que podrían compartir caldera hijos de puta de la talla de Pinochet o Videla con otros genuinos merecedores de un descanso eterno en el infierno como Ronnie James Dio o Bukowski, que sabían de antemano irían derechito a él, pero como miembros selectos y privilegiados de una auténtica casta de anti cristos por derecho propio, mimada y muy tenida en cuenta por el maligno cuando caminaron entre nosotros los vivos, destacándolos por sobre la merienda con el increíble don de la comunicación del mensaje de vivir libres en el malogrado Edén terrenal. No me lo imagino a Hitler o a Mussolini o a Reagan o a Pol Pot o a Franco paleando azufre bajo el látigo del Ángel Caído con Poe, Lovecraft o Cobain y cientos de comunistas y psicólogos al lado, lamentándose por la eternidad y encorvados sobres sus picos y palas excavando el centro rojo de la tierra para avivar el fuego interminable del castigo. Es muy injusto de ser así, deberían existir dos infiernos. Como dos cielos. Uno encantador y otro más jodido, más cercano a Dios y las semejanzas.
 
 

5 de junio de 2013

Jane y Yo

 
 

   Antes de metérsela paré y la tomé por un hombro buscando sus ojos, para que me oyera con mucha atención lo que quería que entendiese.
   -Si seguimos más adelante podría ser peligroso- le avisé.
  Ella asintió mordiéndose los labios
   -Date cuenta que no será más lo mismo entre vos y yo si lo hacemos- dije- Ya dejaremos de ser los mismos automáticamente.
   Le sostuve el brazo desnudo y blanco por la muñeca, ella se endureció y no quitaba la vista de mi boca. No quería que a ella le pasase lo mismo que a las otras, quería avisarle para que no hubiesen malos entendidos y cargos de culpa que nos dañasen más adelante. Yo a Jane la quería mucho. Éramos muy buenos amigos. Sería una lástima.
   -Cuando despertemos mañana seremos distintos, me vas a ver de otra manera, quiero que me asegures que lo vas a hacer porque querés hacerlo y no porque te lo pedí yo.
   Con media sonrisa me dijo que siguiera, que no parase ahora, que no le importaba porque lo iba a hacer conmigo y sería solo esa vez y nada más. A mí tampoco me importaba en el fondo. Jane al fin y al cabo iba a ser una más. Se la metí hasta la mitad y apreté, los ojos se le fueron para atrás con la cabeza al instante, una gotita de sangre liberó la vena del brazo cuando le saqué la aguja. Ella ya estaba  nadando en aguas marrones cuando encendí el mechero para calentar la cuchara, cargar la jeringa y hacerme el torniquete.