
Anoche caminaba lo más choto y totalmente en
otra por el centro silbando bajito lo que sonaba en mi mp3, hasta que me caí de
bruces sobre el adoquinado gracias a un bulto olvidado con el que tropecé en medio de la vereda. Me cagué en todo mientras
me fui incorporando y sacudiéndome la
ropa. Me volví a él y con un dedo curioseé el contenido de la bolsa de papel...
¡Un corazón, coño! Lo saqué con ambas manos, con mucho cuidado, rompiendo los
bordes de la bolsa y lo miré descreído. Vívido seguía latiendo. Con los brazos extendidos
al nivel de mis ojos no pude contener la tentación y lo estrujé con todas mis
fuerzas, manchándome así toda la cara y el pecho con un rezumo de asquerosa,
repugnante y dichosa FELICIDAD.
No hay comentarios:
Publicar un comentario