14 de enero de 2013

Hamburguesas


   Hubo una vez que trabajé en la cocina de un sitio odioso. Preparando unas hamburguesas, el frío filo del cuchillo cebollero me estremeció desde un dedo que al instante comenzó a sangrarme mucho. Me rechinaron los dientes de dolor mientras aclaraba el corte con el agua del lavamanos. Era uno profundo y limpio, de esos de carnicero. Me miré en el espejo aun estrangulando el pequeño músculo tajeado que no paraba de emanar y sonreí de lado, de pronto fascinado por la malicia. El parpado derecho me titilaba asustadizo. Volví a mi partida y sin vacilar metí la mano herida en la masa de carne picada que estaba a mi cargo. Después de varios años, todavía los clientes siguen preguntando si soy yo el que preparó las hamburguesas del menú del día. Aseguran nunca haber probado unas tan jugosas, hechas con tanto amor y dedicación como las de aquel martes 13 de 2006.

 

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