6 de febrero de 2013

Noche de brujas (extracto)



   Un gran espejo abarcaba toda la pared encima de los lavamanos, había un cubículo para los que quieren cagar y dos mingitorios sin separador, me saqué el aparato y meé en uno, solo, la música y las voces del exterior formaban una bola sonora irreconocible, sentí como el pis caliente me atravesaba por la uretra hasta ser escupido desde la punta a la blanca porcelana. El ruido del chorro golpeando el plástico del desinfectante me relajaba, de la sensación de bienestar que me embargaba se me aflojaron un poco las piernas y se me electrificó la nuca. De un gesto inestable giré mi cabeza a la derecha y me ví en el espejo, más joven, el pelo más largo y menos escaso, más erguido sobre mi estampa y con los hombros más caídos; y mi cara, mi cara era una promesa que encerraba pasión, era inocente, casi femenina; era yo el que se reflejaba, el verdadero Joaquín. La meada fue muy larga y placentera, me acerqué al lavamanos sin quitarme ojo, me enjaboné las manos usando el dispensador, junté un poco de agua con las manos en cuenco y hundí la cara, fregué, me la aclaré con más agua y de repente el hechizo se había esfumado. Bajé decepcionado la vista y pude ver sobre el dispensador de jabón algunos restos de polvo blanco que parecía bicarbonato. Me sequé las manos, y al darme vuelta para salir uno entró de un golpe a la puerta, trayendo a sus espaldas un ruido de locos que venía del bar ya atestado de gente, tenía pinta de gorila en celo, la mirada nerviosa y desafiante me preguntaba ¿Qué pasa? desde dos metros del suelo, nos cruzamos unos chasquidos de lengua por el encontronazo y salí seguido por su venenosa mirada expectante de respuesta, pensando que unos cuantos años antes me hubiese animado a encarar a cualquiera si la merca estaba bien cortada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario