Tómese un esclavo
asalariado sexualmente inepto, una mujer insatisfecha con su teléfono móvil y
dos pequeños adictos a la T.V. y a los videojuegos. Hágase un buen encurtido
con ellos agregándoles una genocida pizca de descarnada globalización,
acompañándola seguidamente con unos cuantos golpes de moralina cristiana
diluida para después envasarlos herméticamente, al vacío en lo posible, en un
departamento de 4 habitaciones a pagar en plazos variables según el Euríbor, para
así, de esta manera, vayan tomando y conservando su tan característico sabor mezcla de looser desabrido
antiterrorista y barbacoa marca blanca del DIA. Cocínelos a fuego lento en una olla de
pucheros después de haber pasado un prudencial tiempo macerándose la carne con
el medio, en lo posible colgados boca abajo, para que toda la mala sangre se les
aloje en las paredes cavernosas de sus cabezas. O sino al baño maría, el cual
recomendamos, por unos 15 o 20 años en
su mismo jugo... bien apretaditos y adobaditos mientras bulle el agua pesada
que los cuece suculentos, saliva con saliva, con una ramita de romero alojada
en sus respectivos ojetes para darle un toque mediterráneo al mejunje. Y voilá,
mon amie. Suena el DING, todo se va
por la borda y listo el pollo. A comer se ha dicho. Recuerde servirlo en plato
ovalado, centrado y acompañado de patatas ranch
motherfucker después de haber sido
fileteado. O en plato cuadrado, también centrado, pero acompañado de un
revoltijo de setas invasoras que le rodee a modo de rescate económico. O
utilice su imaginación, no le cuesta nada.
Le deseo con
toda atención que le aproveche
Y que por el
culo lo eche.
Así es como
concluimos este espacio de útiles consejos gastronómicos.
Pero antes, un
chiste
Buenas tardes.
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