20 de septiembre de 2012

Así es como se preparan los boludos envueltos.



 Tómese un esclavo asalariado sexualmente inepto, una mujer insatisfecha con su teléfono móvil y dos pequeños adictos a la T.V. y a los videojuegos. Hágase un buen encurtido con ellos agregándoles una genocida pizca de descarnada globalización, acompañándola seguidamente con unos cuantos golpes de moralina cristiana diluida para después envasarlos herméticamente, al vacío en lo posible, en un departamento de 4 habitaciones a pagar en plazos variables según el Euríbor, para así, de esta manera, vayan tomando y conservando su  tan característico sabor mezcla de looser desabrido antiterrorista y barbacoa marca blanca del DIA. Cocínelos a fuego lento en una olla de pucheros después de haber pasado un prudencial tiempo macerándose la carne con el medio, en lo posible colgados boca abajo, para que toda la mala sangre se les aloje en las paredes cavernosas de sus cabezas. O sino al baño maría, el cual recomendamos, por unos 15 o 20 años  en su mismo jugo... bien apretaditos y adobaditos mientras bulle el agua pesada que los cuece suculentos, saliva con saliva, con una ramita de romero alojada en sus respectivos ojetes para darle un toque mediterráneo al mejunje. Y voilá, mon amie. Suena el DING, todo se va por la borda y listo el pollo. A comer se ha dicho. Recuerde servirlo en plato ovalado, centrado y acompañado de patatas ranch motherfucker después de haber sido fileteado. O en plato cuadrado, también centrado, pero acompañado de un revoltijo de setas invasoras que le rodee a modo de rescate económico. O utilice su imaginación, no le cuesta nada.

Le deseo con toda atención que le aproveche

Y que por el culo lo eche.

Así es como concluimos este espacio de útiles consejos gastronómicos.

Pero antes, un chiste

 
Buenas tardes.
 
 
 

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