3 de abril de 2012

Demoledor de teles


  Nací, crecí y me desarrollé frente a una tele color Philco. Esas de tubo. Gordas y pesadísimas. Cubierta por un marco de madera de caoba (o simil caoba), con unos deslizantes de tono de color y contrastes que quebré miles de veces y mi abuelo volvió a pegar con La Gotita. Se cambiaban los canales por medio de una ruleta muy dura que iba del 1 al 12. Nada de control remoto ni hostias. Esos vinieron después con las Telefunken o las Aurora-Grundig. De un monstruoso aparato pionero en su especie estamos hablando. Un pedazo de mueble en toda regla. Considerado ahora una auténtica pieza de coleccionista. Carísimo lo pagó mi abuelo en su día. Y así le duró. Irrompible. Todavía la tiene después de 30 años. La esconde debajo del mostrador de su tienda de artículos de ferretería y se ve los partidos de fútbol, los culebrones de la tarde y al hombre del tiempo.
 Y así mismo, como cualquier otro día, frente a la tele, tomando mate amargo entre cliente y cliente, vió en directo, vía satelite, como se firmaba la REAL abolición universal de la esclavitud, en la ciudad de Barcelona. Vió como los líderes mundiales se estrechaban sus rosadas y sudorosas manos unos con otros, posando para las fotos de grupo de rigor, o dejando correr kilómetros de tinta sobre papeles, al tiempo que se podía divisar por detrás a traductores y edecanes deshaciéndose en atenciones y pases de sobres sepia de mano en mano desde las sombras. Automáticamente, y después de ver eso, me llamó por teléfono. Un nuevo negocio visionó. Y como él era tan protector de mi futuro, y poseedor de un olfato muy filoso para los negocios, no dudó en proponérmelo: DEMOLEDOR DE TELES. Con un mínimo para invertir en un comienzo, utilizando masas de distintos pesajes como primer inventario, y hasta que se asentara el negocio y pudiera comprar maquinaria más sofisticada; me largué al ruedo sin dudarlo ni un solo instante. Publicité en Paginas amarillas y en algún que otro canal local de cable. Llegué a auspiciar un programa muy copado para niños: "El agujerito negro sin fin". Con el lema: QUE TE LA PELE LA TELE (Cristian Bertolo. Demoledor de teles). Un éxito. Mirame ahora como manejo un Mercedes-Benz. Y eso que soy autónomo...

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