4 de abril de 2012

Impotencia creativa el día después de releer El Almuerzo Desnudo



En la cama

 Aunque lo quiera intentar, no pasa nada. No llega lo que iba esperando se presentase en forma de sueño o candor. La estuve buscando y esperando se materializase anudando mi perfil a la almohada, acechándola con la punta del pié en la esquina de mis sábanas atlánticas, pero no se presentó. Cumplidos ya; me hice todos los protocolos de invocación probables, y no se presentó. Meros hechos en vano al fin. Quiero pero no puedo. Las circunstancias del tremendo ruido ensordecedor del tráfico a estas horas, lo bastante brotante por la caída de los ojos y de las aves de paso sobrevolando mi inconsciente en este letargo, no me condujeron a nada esta mañana estéril de principio de milenio. Así que me voy volando al parque, a los jardines de Montserrat, en búsqueda y captura de una Mussa.

Una vez en el parque

 Aquí solo escribo por escribir, y mi letra se rige sin voluntad. La inpiración, se me aparece como un pulso de fenicio movido solo por el espacio y el tiempo. A las formas les dá figura; son manchas de manos en una roca de salitre conservada como un fresco y seco kilate de bacalao noruego de Pascua, al que un lozano chorro del agua del grifo lo ensancha, le dá olor humano, amalgamas de contrastes y prosa desquiciada. Pliegues, boleos y reveses también le da, la hace a mi letra hierba de pastoreo, bloque de hormigón, barco de viaje solar. Pero no, se escurre entre mis dedos esta vez la inspiración, patalea sin freno, coletea desesperada, maniática por sobrevivir, desesperadamente branquial nadando en mi cabeza, o caminando lenta y pesadamente en ese lecho arenoso de mi estanque, sin oxígeno que respirar, desplazándose desarticuladamente en ese oscuro fondo arenoso y en tinieblas, donde mi fauna autóctona se pierde en laberínticos enredos por la falta de luz, y donde me sueño los gestos desfigurados, salidos de un caño del escape mitológico actual. Siento los martillos neumáticos, si, me llegan sus machaques desde lejos, desde la superficie misma. Veo pelos roñosos y a cuatreros con un aparato pegado al oído. Me prometo, despertaré solo por una vibración que ruja desde debajo. Desde debajo de la tierra  misma, que vibra a veces, enloquece sobre los rieles del transporte metropolitano que pasa por debajo mío y del fango de la lluvia de anoche, que se sulfura, y mata al cordero negro que hay en mí de un tajo en la yugular. El bloqueo es mental.

 Mi fondo es oscuro, ni una pizca de luz se filtra ni aunque el efusivo beso de esos amantes sea el del noble reencuentro. Escribo esto notando que mis pies están fríos y azules. Una manta negra me cubre hasta los tobillos, es mi único refugio en éste útero gris, que se me queda corto al escupir, las entrañas de la tierra, sus mártires grises a la luz de las nubes por los túneles de salida al exterior.

 Dicen que esta noche hará frío. Que en Manchester alguien gritará TE QUIERO..!, pero en Barcelona, las palomas gorjean al costado del kiosco de revistas, las nubes proyectan un día insípido de agua pesada destilada, y las hojas secas ruedan magras en las lagunas sin oxígeno. Pienso en no leer esto nunca más. Solo escribirlo y nunca más leerlo, ni dejar que nadie más lo lea nunca. Pero lo escrito, queda así. Y tal vez algún día, revisándolo de nuevo, puede ser que quizás esta noche o dentro de cien años, me imagine a ti leyéndolo y comprendiéndolo, porque eso mismo hace que este país que llevo dentro se mueva y repique sin drama, con insanidad y pasión.

Todavía en el parque

 Ahora mismo no me salen las letras, ni siquiera los himnos rumanos que alguna vez supe recitar de memoria. El bloqueo es mental. Jardines de Montserrat. Metro línea 5. Alquiler, venta, bolsas de basura. Chinos escupiendo al suelo. La orden del día fue la de escribir algo con sustancia, pero solo veo charcos de agua puerca, profunda y densa, algunas palomas cerca del kiosco, y miles de huellas que se dirigen hacia algún lado del negro lecho amazónico que hay  entre Calabria y Rocafort; veo un chop suey escupiendo humo hasta por las orejas y a las cafeterías de enfrente recibiendo el año de la marmota. 1929, el año que el café tuvo gusto de verdad. Y supo bien el café: como a tierra judía de nadie.

Finale Reflexiva

 Estos desvaríos se limitan a ser lo que son: flagelaciones incongruentes, o golpes lanzados a la negrura espeza y aterciopelada donde recala a veces la nula inspiración en blanco. Si no tienes nada que contar, mejor quédate con las ganas hasta que te amarre una vez más la iniciativa loca de escribir algo concreto y sustancioso, preferiblemente real y fiel al mordaz desenvolvimiento de las circunstancias. Que encaje por lo menos en alguna sección de alguna revista de tendencias. Escribe con retorcido pulso acerca de trivialidades o desfachatados personajes de la vida real en los barrios bohemios de la ciudad. O imagínatelos, que más dá. Tal vez así te den bola alguna vez y no te crean un demente de diccionario. Mientras tanto, sigue con ese tal Burroughs, que vas muy bien.

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